domingo, 15 de mayo de 2011

CINCO CAMINOS A NUESTRO CINE

Por Armando Salazar Larrea




10 años de los EDOC son 10 años de crecimiento no sólo para el cine documental sino para el cine ecuatoriano. El festival —un impulso para la creación— nos ha puesto a pensar en lo documental, en lo amplio que es, y, con cada nueva película que nos ha tocado en lo profundo por la relevancia de su tema, nos ha hecho ver también maneras únicas de contar. Si el cine documental ha crecido tanto en los últimos años, es justamente por la diversidad de miradas que plantea. Si hay un espacio en donde la estética fílmica evoluciona, es éste. Cinco películas ecuatorianas han sido escogidas como las favoritas de las nueve ediciones pasadas de los EDOC, cinco miradas distintas que nos hablan de cinco formas de ser y de ver el mundo y el cine. Cada una de las películas y el diálogo entre ellas representan una especie de resumen de la evolución de la mirada del cine nacional.



En El lugar donde se juntan los polos, Juan Martín Cueva escribe un diario personal a sus hijos en el que les habla sobre el Ecuador desde una mirada política. Si bien lo político es un tema recurrente en el cine ecuatoriano, nunca fue visto de una manera tan propia; la carta que es la película hace que el tono de lo serio y lo necesario del cambio social, de las revueltas o de las luchas por el poder, baje al nivel de lo común, al simple tono de la voz con la que un padre se comunica con sus hijos. Cueva aún lleva en su texto una especie de discurso desde la izquierda militante, pero sin consignas, sino con frases para que los niños puedan leer.

A cielo abierto, derechos minados, de Pocho Álvarez, es una película de barricada que lleva en cada plano la idea de compromiso. Es ese tipo de cine que intenta movilizar, poner a pensar sobre lo injusto y sobre la desigualdad social; al contrario del de Cueva, este documental no se interesa por llevar la narración al territorio de lo íntimo. Álvarez es un cineasta consolidado que siempre ha sido fiel a una idea: el compromiso social, el cine como denuncia de los efectos perversos del poder frente a los de a pie. Su cámara y su montaje son intensos y motivadores. Su mirada es clara, diáfana y en servicio de aquellos momentos en que la vida se desacomoda y el sistema muestra su perversión. Cine del territorio de lo urgente, al cual pedirle cuentas desde la complejidad o desde lo artístico no tiene sentido.

Problemas personales nos presenta a Antonio, Jorge y Geovanny. Película que, tomando como pretexto el tema de la migración, es ante todo una mirada al país en sí, aunque suceda en España. El Ecuador se muestra resumido en tres posibles relaciones con el otro. Tres países: el Ecuador que pierde todo contacto con lo que es y cambia de acento, se cree superior por estar afuera y todo lo que sucede en su tierra no le sirve para nada; es ese Ecuador que llevamos dentro cuando en vez de llamarlo por su nombre le decimos «este país». Es también el Ecuador de buen corazón, emotivo, alegre, trabajador y que se queja poco, el Ecuador encantador y naif al mismo tiempo, que tiene suerte en la vida pero algo finalmente no funciona y le queda una sensación de carencia. A fin de cuentas es también el Ecuador miedoso, de poco empuje, el que extraña y se encierra en sí mismo sin la capacidad de ver más allá, de poder hacerse fuerte para estar en el mundo y no sólo en la esquina del barrio. Tres problemas distintos, tres soluciones distintas, el documental abre el debate de la migración más allá de lo obvio: que esto es un problema social, eso lo sabemos, lo que no sabíamos era lo personal de ese problema. Problemas personales además es un acercarse al individuo abandonando las pretensiones de la totalidad, de hablar de La migración, o de La religión, o de La cultura X o Y, un documental en donde la cámara se queda en donde hay vida, conflicto y emoción profunda. Con esto basta y sobra.

Five Ways to Dario nos dice que Darío Aguirre no existe, por lo menos no en una sola persona, sino en al menos cinco. Mirada desde la primera persona, es la entrada del cine nacional al tema de la identidad individual; la identidad colectiva ya estuvo en Ecuador vs resto del mundo, de Pablo Mogrovejo, y en algunas ficciones. Pero la pregunta inicial del individuo reflexivo «¿quién soy?» no se había tratado aún. Ésa es la fascinación que el viaje de Darío, el joven ecuatoriano que vive en Alemania, hace para encontrarse con un psicólogo, un taxista jubilado, un guardia a quien le gusta dibujar retratos, un soldado al que le encanta el fútbol y un joven deportista que se llaman, todos, igual que él. Pretexto narrativo para ponernos a pensar que somos lo que somos y también lo que podríamos ser. La identidad vista a través de lo cotidiano, de lo más personal y cercano.

Y finalmente Abuelos, el documental más logrado de nuestro cine reciente. Aquí confluye todo: la familia, la memoria, el recuerdo, la ausencia, el terror, la utopía, la poesía visual y el montaje como base para la construcción de la emoción y el sentido. Sin poses ni intenciones superlativas, el tono de la película es lo que sostiene su efectividad. Todo es creíble, entendible, cercano y profundo a la vez. Es un pasar de página para nuestro cine, un cambio de paradigma y un inicio para nuevas rutas. Abuelos nos toca al construir un punto de vista desde un territorio fronterizo, un territorio mental y emocional en donde se sostiene el recuerdo familiar, la ausencia y la presencia de los que amamos y al mismo tiempo el mundo de lo necesario, de lo utópico, de lo que le hace falta al mundo para finalmente poder ser.



El cine documental no se sostiene sólo en el tema, eso finalmente es lo de menos, porque ya mucha agua ha pasado bajo el puente; el documental se sostiene en la mirada, en el haberse fijado en la particularidad, en lo que es novedoso y común a la vez y que nos hace sentir que estamos en territorio conocido pero por primera vez. Si se queda únicamente en lo novedoso, puede aguantar bien desde los terrenos del arte; y si se queda en lo común, lo hace desde lo sociológico o lo antropológico. En ninguno de los dos casos estamos en el territorio del cine documental, el cine de lo objetivo y lo subjetivo a la vez, referente y mirada en un mismo plano. Estas cinco películas llegan al EDOC 10 por sus propios méritos, películas claras y profundas que llevan a cuestas a quienes las hicieron. Documentales de autor antes que nada.



Bonus:
Queda pendiente que nuestro documental circule por el territorio más profundo que este tipo de cine nos ha dado: el del cine directo, esas películas que se asumen como una reacción desde la observación. La distancia que el director necesita es muy precisa: ni muy cerca para estorbar, ni muy lejos para ser sólo imagen. Cine que también necesita de tiempo, recursos y sobre todo de una mirada política (no militante) sobre lo real y lo cotidiano, además de un amor por la vida y sus fuerzas internas. Es el cine de los Maysles, de Pennebaker, o de Wiseman. Cine nacido en los 60 que sigue siendo fuerte y necesario y que en nuestro medio aún no se ha dado, apenas algunas pinceladas en algunas películas. ¿Por qué no se ha dado aún? Les dejo con la inquietud.



*Fotógrafo documental y director de fotografía. Colabora con los EDOC desde las primeras ediciones.

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