domingo, 15 de mayo de 2011

10 AÑOS 9 FAVORITAS

Este año los EDOC cumplen 10 años y para presentar este programa de aniversario convocamos a 35 profesionales del audiovisual, fotógrafos, periodistas, productores, artistas, docentes de Quito, Guayaquil y Cuenca, entre ellos 17 fueron quienes evaluaron las películas presentadas en las pasadas nueve ediciones del festival, unos 630 documentales en total. Compartimos aquí las nueve favoritas de los EDOC y 9 votantes que comparten su pasión por estos documentales.


EDOC 1, Del olvido al no me acuerdo, de Juan Carlos Rulfo (México)


Porque fue uno de los primeros documentales que vi que no parecía documental, porque la mayoría de personajes que aparecen, están más allá que acá, porque todos intentan recordar (y reconstruir) la esquiva figura de un artista, porque nunca se ve al tal Juan del que todos hablan, porque yo también andaba buscando a alguien del que nadie se acordaba.

Del olvido al no me acuerdo es uno de esos extraños casos en que documental y poesía se entrelazan, creando algo completamente distinto, más allá de los géneros. Además, sigue siendo, sin quererlo, la mejor adaptación cinematográfica de “Pedro Páramo” inolvidable obra de Juan Rulfo, padre del director.

Javier Izquierdo, cineasta



EDOC 2, Le Pays des sourds (El país de los sordos), de Nicolas Philibert (Francia)



El país de los sordos es en realidad un mundo entero, un universo de silencios, de lenguas nuevas, de los rostros y las manos más bellas y perfectamente expresivas que jamás he visto. Philibert tiene, no solo esa capacidad inmensa de descubrir nuevos mundos, sino que es un descubridor de tesoros cuando se trata de encontrar a los personajes más admirables, carismáticos, soñados. Niños, jóvenes y adultos sordos que nos conquistan con su modo de amar, de aprender, de hacer amigos, siendo la versión más humana de un ser humano, más pura porque es como si sus palabras provinieran de otra dimensión, una más afectiva, más intensa.

Han pasado ocho ediciones y sigo recordando al pequeño Florent enseñándoles a su madre y a la cámara las palabras que ha aprendido en la escuela, como una pareja de sordos recién casados intentan arrendar un departamento, como el profesor de sordos confiesa que cuando fue padre le decepcionó que su hija pueda oír.

Paulina Simon, periodista



EDOC 3- Edificio Master, de Eduardo Coutinho (Brasil)



Los edificios de departamentos y la red humana. Siempre me interesó, en una mezcla casi indecente de voyerismo e interés por el prójimo, saber sobre mis vecinos: imaginar lo que hacen, predecir cómo han arreglado su mobiliario, suponer de qué hablan. Un microcosmos en cada edificio. “Cada lucecita de cada ventana de cada bloque de departamentos habla de una vida, cuenta una historia” decía el cineasta polaco Krzysztof Kieslowski.

Cuando Eduardo Coutinho hizo Edificio Master, tradujo en imágenes y testimonios las palabras del polaco. Se metió a ver cómo vivían una veintena de moradores de un edificio en Copacabana. Logró que en la diversidad de experiencias contadas por ellos, la mayoría de ellas banales, y entre el aparente caos de la narración, yo pueda encontrar emoción en cada historia y alimentar mis propios anhelos indiscretos.

Rafael Barriga, Programador de OchoyMedio


EDOC4, Georgi y las mariposas, Andrey Paounov (Bulgaria)



Una película en la que se conjugan el humor y lo humano para hablar de lo que nos motiva a seguir trabajando, del funcionamiento de la mente y de la burocracia y sus inoperancias. Con un humor respetuoso y un magistral montaje de continuas confrontaciones, la historia transcurre entre lo que Georgi quiere, lo que piensan los enfermos mentales del hospital psiquiátrico que él dirige y los emprendedores exitosos a los cuáles acude para aprender cómo lograr que sus continuos intentos por mejorar la economía del hospital fructifiquen.

Esta es una película sobre los sueños y como estos sostienen la vida, un cine profundo que nos muestra a uno de los personajes más bellos que el EDOC nos ha dado: Georgi, un siquiatra sensible, contradictorio y soñador rodeado de mariposas, avestruces, gusanos de seda, nutrias, perdices y varios enfermos mentales en un abandonado hospital en la Bulgaria post socialista.

Armando Salazar, fotógrafo documental



EDOC5, Sisters in Law, Kim Longinotto (Camerún- Reino Unido)



Lo primero que me encantó de esta película es el juego de palabras de su título: Normalmente “Sister in Law” significa “cuñada” pero traducido literalmente quiere decir “hermanas en la ley”. Este título refleja muy bien el enfoque de esta película.

Se necesitan dos “hermanas” fuertes pare querer enfrentar la situación. Lo más impresionante para mí no fueron todos los abusos sufridos por estas mujeres y niñas ya que desgraciadamente no son excepción, sino la valentía y la tenacidad de la fiscal y la jueza. En un país como Camerún donde, al igual que en muchos otros países, no se espera a priori que la justicia funcione, se ve que los hombres sí reciben su sanción y que las mujeres abusadas y violadas recuperan su fe en la justicia. A pesar de toda la miseria visible, el documental tiene tantas escenas cómicas que salí de la función con una gran alegría en mi corazón. Fue como asistir a un milagro.

Birte Pedersen, fotógrafa



EDOC6, Alguna Tristeza, Juan Alejandro Ramírez (Perú)



“Quien escribe las reglas las hace para sí mismo, y para usarlas antes y mejor que nadie” (JAR)

“Un país pobre y atrasado es como un niño, como un menor de edad. Quien hasta renuncia a sus derechos y a lo justo…solo por temor al castigo” (JAR)

Es difícil encontrar películas como Alguna Tristeza, cuando uno las encuentra se agarra de ellas como de una balsa: las busca por todo lado, las lleva a su casa, las cuida y las guarda con celo; y las mira, de vez en cuando, como a esos álbumes familiares donde están los recuerdos felices y también los nostálgicos. Alguna tristeza es esa clase de película que se convierte en tu amigo, en amuleto, en guía de consulta.

Juan Alejandro Ramírez hace mucho más que cine: escribe, fotografía y compone una película que tiene el aspecto de una pintura y el discurso político y social de las revoluciones que no tenemos…y que siempre andamos buscando. Pero sobre todo, Alguna Tristeza, es una película hecha con cariño, con rabia y sin condescendencia. Para mí, como espectador, ha sido uno de los mejores regalos de EDOC. Al verla, pienso que más allá de ser una película sobre el Perú, es un ensayo sobre Latinoamérica.

Daniel Avilés E., Director de Fotografía


EDOC 7, Santiago, João Moreira Salles, (Brasil)



La vi en 2008 en los EDOC y sigue siendo una de mis películas favoritas. Además de que su personaje central es maravilloso y el tratamiento audiovisual está cargado de momentos bellos creo que lo que más se me quedó marcado en la memoria es la narración en off que funciona como un hilo conductor que nos mete en su mundo personal. El cine de temáticas personales me interesa y me conmueve particularmente.

En una entrevista, el director habla de este filme diciendo que Santiago es la única película que reconoce como suya, que todas las otras podrían ser de otros directores, pero que esta no podría haber salido de nadie más que de él, yo creo que esto se siente en cada detalle.

En este documental nos adentramos en el mundo de un cineasta que se confronta consigo mismo y con su material filmado trece años atrás, un material inconcluso, abandonado que mantiene la memoria de un tiempo pasado más feliz, habla de la insatisfacción del director al redescubrir este material. Esto además de significar un análisis técnico y creativo se convierte también en un análisis ético cuando el autor se ve confrontado al personaje, que es su antiguo mayordomo, al descubrir que este le genera admiración y cariño. El director atraviesa una crisis que es parte de su inspiración creativa y que al mismo tiempo es su dispositivo fílmico. Para mi esta película es una lección del mejor cine realizado por un ser humano honesto y arriesgado.

Carla Valencia, documentalista



EDOC8, Time Indefinite, Ross McElwee, (EEUU)



“¡Ross, apaga la cámara: esto es no arte, es la vida real!”, exclama Charleen.

Time Indifinite lográ reunir lo mejor de la tradición del cine directo americano (el de los hermanos Maysles de Salesman y Grey Gardens) con la voz personal y auténtica de su director y protagonista Ross McElwee.

La tragedia y el dolor se mezclan con el relato hilarante y desenfadando de McElwee, que no duda en retratar su vida y la de su entorno personal, para colocar al espectador en el vértigo de su propia piel. Este documental contado en primera persona, es un acto de perfecta empatía y unión entre lo visto y lo vivido, entre protagonista y espectador, entre la reflexión y el abismo de lo absurdo. El estreno de Time Indifinite y la visita del propio McElwee están, sin duda, entre los momentos más significativos de los diez años de los EDOC.

Pablo Mogrovejo, documentalista





EDOC9, Boris Ryzhy, Aliona van der Horst (Países Bajos)





“La fealdad es belleza que el alma no puede contener” escuchamos decir a Boris Ryzhy. El filme no intenta apartar la mirada de esa fealdad, más bien ensanchar nuestra conciencia hasta que percibamos y podamos contener su belleza. Para ensancharla nos lleva a descubrir los extremos entre los que navegaba la sensibilidad del poeta: de lo sórdido a lo sublime, de la violencia a la sutileza. Evitando recurrir a estridencias o efectismos, las imágenes van creando un mundo irreal, sin ser rebuscado sino brutalmente cotidiano.

Al mirar este documental, convivimos durante una hora con minúsculos seres en manos del tiempo, que sin embargo se agrandan junto con nuestro espíritu al ser consientes de su historia, de su comunidad; escuchamos a víctimas y sobrevivientes de una guerra invisible que nos alcanza y cuestiona sobre como dejaremos el mundo de nuestros hijos.

Así como Ryzhy desafía con su vida cualquier estereotipo, la documentalista logra conmovernos sin transitar lugares comunes; no huye de aceptar su propia mirada sobre el personaje y la historia, pero tampoco se impone a sí misma como presencia inevitable. Nos da un retrato sentido del poeta sin tener que dibujarlo como un ser extravagante, su grandeza, su belleza, radican justamente en ser para su comunidad, un semejante.

El hijo del poeta, quien confiesa no leer los poemas de su padre ausente, es quien mejor comprende los motivos de su ausencia, y quien nos dice sin palabras como podemos los pequeños seres escapar de las garras del tiempo. Si tan solo supiéramos hacerlo tan elegantemente como los creadores de esta obra que saben estar sobre la cuerda floja.

Diego Falconi, director de fotografía

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