lunes, 9 de agosto de 2010

Santiago Carcelén, sobre Camilo Egas Un hombre secreto

Santiago Carcelén, director de Camilo Egas Un hombre secreto (Ecuador, 2009, 64', español e inglés con subts.), responde a un cuestionario elaborado por Paulina Simon para El Otro Cine. El documental fue presentado en la pasada edición de los 'Encuentros del Otro Cine'.   

Más allá del valor cultural de Camilo Egas ¿qué valor personal tiene Egas para usted?
Egas es la expresión mas clara de consecuencia entre pensamiento y acción. Nunca se cobijó en un discurso para encubrir conductas alejadas de su pensamiento. Fue un hombre que hizo lo que predijo y cuando no dijo nada y guardo silencio al estar atravesando situaciones personales muy fuertes, expresó sus propias crisis y sus propias angustias a través de su pintura. No siempre es posible encontrar personajes como él. Muchos caen rápidamente atrapados y maniatados en las redes del poder y sin vergüenza modifican sus pensamientos y sus actos, otros guardan silencio cómplice. Pocos como Camilo Egas en el Ecuador. César Dávila Andrade me viene a la memoria como otro hombre consecuente.

Después de hacer esta película ¿cuáles son las cosas nuevas que ha aprendido usted acerca de su persona?
Son muchas las lecciones que puede dejar un trabajo como éste. La de ser cada vez más consecuente con la vida. Que hay que perseverar para llegar a dónde uno se ha planteado llegar, que hay que tener una enorme disciplina y una honestidad con uno mismo y con los demás.

La película plantea que la mirada de Camilo Egas era incómoda para el Estado ¿cree usted qué ha cambiado hoy en día la relación entre arte y Estado?
El Arte cuando es verdadero, por esencia es contestatario. Subvierte las formas de pensamiento, cuestiona lo establecido, rompe con los viejos paradigmas e intenta colocar en la conciencia de los hombres nuevas formas de ver el mundo y la vida. El Arte en sí es hacedor de Cultura. El Arte muchas veces se adelanta a los procesos revolucionarios, en otras ocasiones camina de la mano de ellos.
Camilo Egas es el fruto de la Revolución Liberal y paradójicamente, victima de la misma. En su proceso formativo en la Escuela de Bellas Artes, obra de la revolución Liberal, y por su propio origen: hijo natural de padre mestizo y madre india, incorporará tempranamente en su conciencia e inevitablemente en su hacer pictórico, a seres humanos que hasta ese entonces, en el mejor de los casos, habían servido como elementos decorativos y los vuelve personajes, sujetos de la historia: los indios. Al crear esta nueva corriente en el Ecuador, el “indigenismo”, genera una ruptura y esa ruptura, que cada vez será más radical, inevitablemente incomodará a un Estado conservador y entreguista que dramáticamente se expresa en la destrucción de su más grande obra: el Mural hecho para la Feria Mundial de Nueva York en 1939. Esa es una clara manifestación de contradicción entre poder y Arte.
En la actualidad, el Ecuador, camina, al menos eso es lo que se plantea, hacia la construcción de un nuevo Estado: democrático, incluyente, participativo; construcción que teóricamente supone una modificación en la relación entre Poder y Cultura, por lo tanto, respetuoso de las distintas expresiones y manifestaciones que surjan de esa nueva cultura. Si eso no sucede y es muy temprano para decirlo, lo único que se habrá modificado será el discurso y si la cultura se torna incomoda para el Estado en construcción, no se habrá modificado ni siquiera el discurso.
El Estado, por lo general, es muy condescendiente con los adulos y poco tolerante con las criticas, ojala podamos superar como país esa tara.

¿Con qué dificultades se encontró para la producción de esta película?
Siempre cuando uno inicia un proyecto se topa con dificultades, unas más difíciles que otras y quizá la más dramática y muy común en el Ecuador, es la que nunca fructifique el proyecto que se quiso hacer.
En el caso de este documental de Camilo Egas, me tomó siete años encontrar el financiamiento. Sin la creación del Ministerio de Cultura y el apoyo brindado por Antonio Preciado, su primer Ministro, dudo mucho que hubiese podido realizar este viejo sueño. Fuera de eso, en el proceso mismo de realización, hubieron dos hechos fuertes: el primero, la negativa del Gobierno de los Estados Unidos, de no permitir mi ingreso a ese país para poder dirigir el rodaje allá, lo que significo hacerlo desde Quito. Lo tome con mucho humor. Gracias a la nueva tecnología de comunicación eso facilitó mucho las cosas. Se puede decir que el rodaje allá fue dirigido a control remoto. La otra gran dificultad y esa si dramática, fue cuando mi equipo de producción, al regresar de los Estados Unidos, al salir del aeropuerto, fue asaltado y producto de esa acción delictiva, se sustrajeron, entre otras cosas de valor, uno de los discos duros en los que estaba almacenado todo el material de rodaje realizado allá. El golpe además de económico fue sicológico. Afortunadamente, contábamos con otro disco de respaldo que fue lo que salvo el documental. Si este no hubiera existido, el desenlace hubiese sido fatal.

Un extracto de esta entrevista se publica en EL OTRO CINE, el periódico del festival.

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