domingo, 15 de mayo de 2011

La Churona, entrevista a María Cristina Carrillo


¿Cuál fue tu principal motivación para realizar La Churona?



Llegué a Madrid en 2001 para realizar prácticas en la productora de documentales “Cero en Conducta”, y coincidió con el periodo en que se produjo la mayor salida de ecuatorianos a Estados Unidos, España e Italia. Eran unos años en que podías ver día a día la sorpresa de la sociedad española por la llegada de hombres, mujeres y niños procedentes de un país que les resultaba ajeno. Al mismo tiempo compartías las vivencias y dificultades de nuestros compatriotas en este nuevo entorno, sus expectativas, sus frustraciones.


Estando lejos de mi país, me era imposible no hablar de este tema. Más que una motivación, hacer este documental fue una necesidad, una forma de contar todo lo que te atraviesa cuando estás lejos.


¿Cómo lograste asociar el tema de la migración y la religiosidad en el Ecuador?


La Churona no es un documental religioso o de temática religiosa, trata sobre migración, sobre el vínculo que une a los migrantes con su familia y su comunidad; de los conflictos que se producen en la sociedad de llegada; y de los diversos actores inmersos en el proceso migratorio: los propios migrantes, las asociaciones, la Iglesia, y los políticos.



La migración es un proceso cambiante y ahora nos encontramos en un momento muy distinto de los primeros años en que empezábamos a dar cuenta de este fenómeno. Era importante retratar lo que estaba pasando en España desde otro punto de vista, no quería ver al migrante ni como víctima ni como héroe. Me parecía sumamente importante mostrar los encuentros y desencuentros con los españoles y retratar la complejidad del proceso migratorio.



¿Cómo lograste relacionarte con los emigrantes ecuatorianos para que te dejen acercarte a sus historias?


El hecho de que tanto mis personajes como yo fuésemos “ecuatorianos en España” desde el primer momento facilitó el acercamiento y creó la empatía necesaria para sentir que compartíamos códigos en común.



En ocasiones resultó difícil conseguir sus testimonios. Un personaje tardó seis meses y otro un año en permitir que filmáramos sus entrevistas. Ello me enseñó que una de las claves es la paciencia. Paciencia para comprender que mis tiempos no eran igual a los suyos y que las cosas no suceden siempre de la forma en la que uno planifica.



Es decir que para lograr una relación con los personajes tienes que darte el tiempo que requiere esa relación y estar profundamente inmerso en lo que estás investigando. El trabajo del documentalista es a tiempo completo, no puedes ser un documentalista de 8:00 a 3pm.


Alguna anécdota


Uno de los momentos más complicados en el rodaje en Ecuador fue encontrar a Jonathan, personaje que resulta clave en este documental porque es quien establece la circularidad y la conexión entre la migración y la fe en la Virgen del Cisne.



Faltaban pocos días para que el rodaje en El Cisne y Loja terminase y aún no encontrábamos a alguien con las características que yo buscaba: un fiel que participara en la procesión y que al mismo tiempo estuviese planificando emigrar a España.



Sin saber exactamente cómo resolver este problema, comentábamos esta situación en el taxi que nos transportaba al hotel, cuando el taxista nos comentó que su hermana Alba vivía en Murcia, y que el hijo de ella, -su sobrino- planeaba un próximo viaje a España. Este hecho me fascinó porque nos demostraba de qué manera la migración atraviesa a los ecuatorianos: todos tenemos alguna historia que contar sobre el tema de la migración.



Así fue como conocimos a Jonathan y luego a sus abuelos. Como todo, el documental fue el resultado de una planificación y del azar.

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