martes, 22 de junio de 2010

ENTREVISTA CON SEBASTIÁN MARROQUÍN


Son las 10:00 y Sebastián Marroquín está sentado en el último piso de un hotel en Quito. Bebe de una botella de agua y mira por la ventana. No tiene guardaespaldas y en el restaurante pasa desapercibido. A simple vista, no parece ser el hijo de Pablo Escobar, el narcotraficante más poderoso de los ochentas.

¿Hace cuánto inició el proyecto y por qué decidiste involucrarte en él?
Hace cuatro años y medio le dije que sí a Nicolás Entel. Antes había recibido ofertas, pero todas pretendían glorificar a la figura de mi padre. Acepté la de Nicolás porque abarcaba una óptica más grande: el problema era tratado no sólo desde mis testimonios, sino también desde el de los otros afectados (los hijos de Galán y Lara).

La película se ha proyectado en Ámsterdam, Barcelona, Buenos Aires, Guadalajara ¿Cómo te sientes exhibiéndola en Quito, donde, a diferencia del resto de ciudades, te puedes encontrar con una concurrida audiencia colombiana y más cerca de Colombia?
Es importante que se hable de reconciliación, de diálogo. Yo creo en el mensaje de la paz, porque me tocó vivir con aquellos que resolvieron sus problemas con violencia. Creo que se puede escoger el rumbo. Ecuador es una tierra hermana; me cuesta distinguir la línea que nos divide. Las fronteras en vez de separarnos deberían reunirnos.

En Pecados de mi Padre, bordeas la frontera, pero no la cruzas ¿Cuál sería el elemento necesario para que finalmente regreses a Colombia?
Yo amo a Colombia. Para mí es una pequeña muestra del paraíso, adoro su gente y las ganas que tienen de salir del conflicto. Pero creo que soy más útil estando afuera. Muchas personas se sentirían incómodas si regreso, y hago lo posible por construir la paz.

¿Cómo veías a tu padre cuando eras niño?
Como el mejor padre del mundo. Como alguien que me enseñó a montar en bicicleta o en elefante. Lo admiraba mucho.

¿Cuándo decidiste qué no querías seguir con los negocios familiares?
Los diez minutos posteriores a la llamada en la que amenacé al país. Ahí me di cuenta de lo que significaba la venganza y seguir adelante con la violencia. Sabía lo que era y no quería repetirlo. Siempre había anhelado a tener más libertad, a la educación de la familia, entonces, tenía que ir por otro camino.

En una grabación, tu padre te llama “mi hijo pacifista” ¿A qué se debe esto?
Yo tuve muchas discusiones con mi padre donde le cuestionaba los métodos que utilizaba, pero en realidad era imposible detenerlo. Ni todas las fuerzas de un país, ni las del mundo entero lo lograron: solo su muerte. Desde ahí supongo que él asumió, y aceptó, a su hijo como pacifista.

¿Podrías colocar a Pablo Escobar en un bando de los “buenos” o de los “malos”?
Puede estar un rato en cada bando. Depende de la época. Si consideras los inicios de los 80 y las 5000 viviendas que mandó a construir para los pobres, o las canchas de fútbol iluminadas que hizo para incentivar el deporte…. Pero si consideras el final de los 80, y lo ves como un hombre que mandó a asesinar a sus adversarios políticos….Se pasó a todos los bandos.

¿Alguna vez disfrutaste de la fortuna de tu padre?
Disfrute de manera efímera. Fueron 15 minutos de goce y 40 años de sufrimiento, de persecución. Cambiaría esos 15 minutos, por 40 de pobreza. La fortuna nunca nos pudo comprar ni paz, ni tranquilidad.

¿Si Pablo Escobar no hubiera realizado la llamada por la identificaron su paradero, cómo crees que ahora estarían las cosas?
Estaríamos todos muertos. La cosa estaría por ahí. Alguien tenía que sacrificarse por el resto, y, a veces, creo que mi padre hizo la llamada con conciencia de esto.

Por Juan José Alomía

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