domingo, 15 de mayo de 2011

Labranza Oculta entrevista a Gabriela Calvache


¿Qué ha significado para ti encontrarte con este tema, con esta casa, con estos albañiles, con sus vidas?


La Casa del Alabado, su proceso de restauración, los albañiles que trabajan en ella, han tenido el suficiente peso en mi como para dedicarle cinco años de mi vida al rodaje, producción y postproducción. Claro, no filmé cinco años seguidos, fue más bien un largo proceso de espera, en el que la casa se fue reconstruyendo y pasó incluso de ser vivienda a ser museo. Significa para mí a nivel personal una conexión muy fuerte con la ciudad que he adoptado como madre, y a nivel profesional me ha brindado la oportunidad de hacer un primer largo documental como directora.

¿Cómo siente que fue variando la historia que querías contar, desde la primera vez que la descubriste hasta el final?

Fue un giro de 180 grados. Esa es una de las virtudes y a la vez defectos del documental: nada es lo que piensas a un inicio. Yo rodé el primer año solo tomas de observación, casi antropológicas. La intención era lograr un documental de 70 minutos sin diálogos. Sin embargo, a medida que fui conociendo más a los albañiles que trabajan en la restauración, entendí que era importante permitirles hablar a los obreros, narrar su relación con la casa y con lo que ellos perciben de su propio trabajo. Es así que conseguí los cinco personajes de la película: Segundo Caiza (el guachimán), Luis Cando “La Chiquilla” (el oficial), Felipe Chulli “Cholo Juanito” (el chaupi), Luis Túquerres “el Cuso” (el albañil) y don Julio Ambas (el maestro mayor).

Luego fui descubriendo fragmentos y leyendas de la historia arquitectónica de Quito que pensé que servían para comprender el contexto de la Casa del Alabado: una ciudad colonial construida por cientos de indígenas que no han sido reconocidos por la historia. Así decidí incluir mi vos y la narración de episodios clave que explican el centro histórico de Quito, pero desde una perspectiva no oficial.

¿Cuáles fueron las mayores dificultades con las que te encontraste a lo largo de este proyecto?

He tenido varias dificultades realizando Labranza oculta, como es normal en cualquier oficio. A un inicio lo complicado fue entender qué de todo lo que estaba observando en la construcción valía la pena contar, para entonces grabarlo. Después esa dificultad fue una constante a lo largo de cinco años de grabación y en todos los meses de edición. Con Amaia Merino, mi editora, gastamos meses probando diferentes posibilidades de película. Finalmente, con el corazón hecho tripas tuvimos que borrar personajes enteros, cambiar ideas que nos fascinaban pero que editadas no funcionaban como lo habíamos esperado. Claro también hubo dificultades económicas, pero eso bien o mal se resuelve, en cambio la estructura y conceptualización de la película era un reto mucho más grande que cualquier presupuesto. Labranza oculta terminó de editarse en septiembre de 2009, decidimos acabarla después de 10 versiones, sino, un documental puede editarse el resto de la vida. Sin embargo, llega un momento en el que hay que decidir acabar la película, entregarse al público y ser lo suficientemente valiente como asumir la reacción.

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